Desigualmente conectados. Columna de Teresa Correa

Columna publicada por la académica Teresa Correa en Ciper.

Anunciar que haremos teletrabajo o teleducación, no implica que realmente podamos hacerlo, advierte la autora de esta columna. Porque aunque Chile tiene cifras altas de acceso a Internet, ellas esconden una realidad desigual; por ejemplo, que muchos hogares sólo cuentan con conexión a través del teléfono. En sus investigaciones, la autora ha mostrado que esos usuarios “tienen menor nivel de habilidades digitales”. Eso quiere decir que no se puede dar por sentado que todos los que están conectados pueden hacer trámites online o seguir clases sin apoyo o adecuaciones.

Ante la pandemia del COVID-19 donde la clave es el “distanciamiento social”, se ha optado porque nos traslademos todos a lo online. Se sugiere que la gente en cuarentena pida los salvoconductos para ir a la farmacia o al supermercado online, que muchos adultos teletrabajen, que saquen clave única, que los colegios y las universidades sigan avanzando online, que nuestra vida social sea virtual.

Chile pareciera haber estado bien preparado. Las encuestas de la Subsecretaría de Telecomunicaciones muestran que el acceso a Internet en el hogar ha crecido desde 60,4% en 2012 a 87,4% en 2017. Es decir, casi 9 de cada 10 hogares tienen acceso a internet.

Sin embargo, nos damos cuenta de que a pesar de tener cifras tan altas de acceso, muchas veces este acceso es frágil, inestable y de mala calidad. Muchos hogares sólo cuentan con conexión a Internet a través del teléfono o deben turnarse el único computador que hay en el hogar.

La señal se cae, el computador no tiene micrófono y los planes de datos no dan para un uso tan intensivo. Muchas universidades o empresas han salido al rescate prestando computadores o entregando conexiones a Internet para resolver los problemas de acceso.

Sin embargo, este es un maquillaje para un problema mayor que ha salido a la luz en las últimas semanas. A pesar de tener amplia cobertura y acceso a Internet, todavía tenemos importantes brechas digitales de las que debemos hacernos cargo, incluso entre aquellos que decimos estar “conectados”.

Chile –y muchos otros países—[1]han apostado por la conexión móvil a internet, lo que ha permitido tener cifras tan altas de acceso, pero principalmente a través de un aumento muy significativo de conexiones sólo a través del teléfono.

Una encuesta cara a cara representativa[2] que realizamos junto a la académica Isabel Pavez a fines de 2018 a usuarios de internet en las tres principales regiones del país –Región Metropolitana, Valparaíso y Concepción—mostró que el 46,5% sólo tenía conexión móvil y usaba internet únicamente a través del teléfono.

Desde un punto de vista de política pública, es una solución más asequible, rápida y que requiere menores habilidades digitales para proveer conexión y disminuir las barreras de acceso. Sin embargo, ahora que nos vemos enfrentados a hacer todo online, nos damos cuenta de que es insuficiente.

Los estudios que hemos realizado[3] en los últimos años han mostrado que todavía existen fuertes diferencias de calidad en el acceso y habilidades digitales incluso entre quienes son usuarios de internet. Si comparamos gente de edad, género y un nivel socioeconómico parecido y con similares años de experiencia usando internet, hemos encontrado consistentemente que quienes usan internet solo a través del teléfono tienen menor nivel de habilidades digitales y usan internet para una menor cantidad de actividades –principalmente para comunicarse a través de WhatsApp o Facebook y entretenerse con videojuegos o algunas redes sociales—comparado con aquellos que tienen un acceso más amplio a internet a través del computador y del teléfono. Es decir, el modo de acceso no da lo mismo. Algunos autores han hablado de que estas disparidades revelan una forma de “subconexión”[4] o que estamos creando “ciudadanos digitales de segunda clase”. [5]

Si bien cada quien puede usar estas herramientas para las actividades que considere útiles y significativas sin importar cuáles, desde un punto de vista de política pública no se puede considerar que un casi 90% de acceso a Internet significa que podemos dar por sentado que todos vamos a poder hacer trámites online o vamos a seguir las clases online sin ningún tipo de apoyo o adecuaciones. Algunos requieren mayor experiencia y habilidades; otros, apoyo con una mejor infraestructura.

Tal como el COVID-19 nos ha mostrado la fragilidad del ser humano,  la exigencia de hacer todo online también nos ha mostrado que nuestras conexiones son frágiles y las cifras altas de acceso esconden una realidad muy desigual. Es imperativo que en el futuro se apueste por conexiones de mejor calidad para poder decir que realmente casi el 90% de los hogares está conectado.

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